Llegaste a hacerme sentir los sentidos casi al 200%, me obligaste a correr más rápido de lo que mi corazón soportaba, mis letras te llegaban de formas abstractas y tú nunca entendías nada, y yo, con ganas de quitarme la ropa, con ganas de sumergirme en el frío hielo de tus manos, con ganas de ganarte la partida, de jugar a un juego que sabía que iba a perder... Y otra vez me quité el disfraz de hoguera, el deseo de que volvieran mis sueños a despertar...
Nadie nunca creyó tanto en mis actos, nadie, nadie siguió tan a ciegas mis locuras...