jueves, diciembre 29, 2011

Tiempo muerto

Rozo su mano, muy levemente, disimulando tanto que sería imposible que supiera que estoy a su lado.

Los inviernos en Madrid son muy secos y fríos, siempre tengo los labios cortados…

Casi sin darme cuenta tenía su mirada clavada en mí, quizá llevara media hora mirándome, o tal vez apenas unos segundos. De repente el mundo dejó de existir como yo lo conocía y me miré en sus ojos brillantes. Tenían un color agridulce que traspasó mi estómago con la fuerza de cien huracanes. Pasó un segundo, un segundo que duró horas, todo desapareció a nuestro alrededor para empezar a existir. Nuestras sombras se fueron acercando para empezar con el baile de luces, tintaron el ambiente de un color escarlata cediendo su sitio a nuestros cuerpos. Él olía como las noches de luna llena, interminables y eléctricas, y sabía a cuando dejas de pensar y te dejas llevar…

- No sabes cuanto tiempo llevo imaginando cual sería tu sabor. Sabes a cuando aguantas tanto la respiración debajo del agua que casi te ahogas, a cortocircuitos en mi mente, sabes a lugares donde yo nunca he estado… Y tu olor, es como el de un día de lluvia, a cuando lentamente se apagan las luces del cine y estás convencido de que la película que verás de seguro te va a gustar.

Y… sí, te pareces a despertarte y no saber donde estás, te pareces a un lugar donde no hay tiempo, donde puedes jugar con los minutos a tu antojo y donde nunca hay prisas…

Apuesto a que podríamos ganar una apuesta al tiempo donde tú y yo no saliéramos nunca de la cama. Apostar todo al rojo de tus labios y al de nuestros corazones…

Abrir los ojos y los suyos ya no estaban…

1 comentario:

Anónimo dijo...

increible. sabes? me encanta cuando escribes, soy feliz. gracias por volver.
volver, siempre...